La blackberrymanía y su redefinición en el aula de clase
Por: Carlos Fernando Valencia P*.
¿Qué hago con estos muchachos que
mantienen con la cabeza agachada, chateando con ese blackberry y no me prestan
atención? Esta fue la
queja que recibí de una de las profesoras de la facultad de Publicidad la
semana pasada y que motivó la escritura del siguiente texto; pues el proceso
siamesiano[1]
que están viviendo nuestros jóvenes universitarios con los dispositivos
móviles, ha generado “dolor de cabeza” en más de un docente.
Es importante reconocer que la aparición
de las tecnologías móviles ha llevado a los ciudadanos a comprender su entorno
desde otro punto de vista. Ya el problema no es sólo de accesibilidad, sino de la
transformación en los comportamientos y usos del sujeto; lo que ha denominado
Eduardo Vizer[2] como una
paradoja: “los jóvenes mantienen una conexión permanente y al mismo tiempo la
sensación de aislación individual”, lo que los mantiene inmersos en una especie
de burbuja digital.
El concepto en que se insertan estas nuevas
prácticas sociales, conlleva a que el rol del educador se transforme hacia un
mediador en la construcción de procesos significativos de aprendizaje. Han
quedado atrás los tiempos de la clase magistral impuesta por el maestro como
una verdad única, para dar paso a espacios de formación de nuevas prácticas
pedagógicas que se soportan en la innovación tecnológica y reconceptualizan el
concepto del aula. En otras palabras, el maestro ha perdido la función
dominante de la clase.
Pero lo anterior, contrario a la opinión
de algunos profesores enclaustrados en el modelo pedagógico del siglo pasado,
no acaba con la loable labor del educador, sino que la potencializa en la
medida en que le entrega nuevas rutas y dinámicas para la apropiación del
conocimiento. Como bien lo afirma Lévy “quién enseña debe estimular la
inteligencia colectiva de sus estudiantes en vez de ser un mero proveedor de
conocimientos”.
Reinventando el aula del siglo XXI
El investigador francés Michel de Certeau
(1990), citado por Gómez Mont[3],
esgrime que “el sujeto de comunicación inventa lo cotidiano de mil maneras”.
Clara premisa para entender que las prácticas comunicacionales se elaboran
permanentemente y de forma compleja, sin control ni sesgo, más allá del que impone
el propio usuario.
Hace algunas semanas, en uno de mis cursos
electivos de Introducción al Cine, en el que convergen estudiantes de varias
disciplinas, desarrollamos una práctica de aprendizaje cooperativo, para
aprovechar las tácticas generadas por los estudiantes con sus dispositivos
móviles dentro del aula. Se trataba de estimular el uso de un aula de
aprendizaje virtual gratuito, que previamente había preparado con diferentes
rutas y recursos académicos. El estudiante tendría la libertad de navegar en su
dispositivo móvil y como producto del ejercicio, elaboraría un escrito de dos
páginas sobre el tema en cuestión.
Los recursos ofrecidos, incluía
interacción con videos en Youtube, lectura de textos cortos en blogs
especializados, foros e inclusive inducía a la consulta en línea del RAE
(Diccionario de la Real Academia
de la Lengua Española ),
como herramienta de revisión ortográfica; aspecto que hemos ido olvidando
lamentablemente con la llegada de las TIC.
Los primeros 15 minutos los usé para explicar
la actividad y las múltiples posibilidades que tenían para acceder a la
construcción de su escrito (en parejas para motivar la discusión) y por
supuesto que cada dupla de estudiantes tenía libertad de escoger el camino en
la red. Las reacciones de algunos fueron de sorpresa, pues se trataba del
segundo parcial y les parecía extraño que no se acudiera al “típico examen” con
preguntas de respuesta nemotécnicas.
El resultado de esta convergencia entre lo
tecno-educativo y los usos frecuentes del blackberry, el iphone o el ipad,
permitió evidenciar un interés “casi aventurero” por realizar el ejercicio;
porque sentían que le asignaban a su práctica cotidiana con sus dispositivos
móviles, nuevos usos en pro de su formación profesional; más allá del chat y las
redes sociales.
Cabe advertir que cuando hablamos del uso
social de una tecnología, las instituciones educativas no pueden pensar que
basta solamente con tener una comunidad capacitada en el uso de la misma; pues
bien lo precisa Massit – Folléa (2002) citado por Gómez Mont[4]
“es necesario comprender que el uso social de una tecnología es un concepto
que va más allá del saber usarla. Ésta no hace al usuario, de igual manera que
el acceso no es la apropiación”. Es necesario entonces, revisar los usos
que le dan los estudiantes a sus dispositivos móviles, para que el profesor,
modifique o adapte las rutas de enseñanza y el proceso de valoración[5]
de lo aprendido por el estudiante.
El profesor de hoy, debe comprender que tanto
la capacidad de las TIC para ser contingentes y diversas como su potencial para
formar redes sociales, crean el escenario perfecto para que los jóvenes universitarios
se apropien de la tecnología y creen nuevos patrones de uso de acuerdo a sus
necesidades y prioridades. Pero esta incursión de las TIC en un aula educativa,
sin un sentido de apropiación y aprovechamiento de los procesos de aprendizaje,
no será más que un “café Internet personalizado” o una “modernización” del
clásico proceso de enseñanza, pues una inversión considerable en computadores
conectados a Internet no es la panacea ante la analfabetización digital y por
el contrario se puede convertir en un proceso caótico de uso indebido por parte
de los estudiantes.
Este inconveniente se asimila a la “ley
del martillo” planteada por Chadwick (1998), citado por Cobo Romaní[6],
que sufren muchas instituciones educativas por su afán de imponer la adopción
de tecnologías, corriendo el riesgo de no usarlas como herramientas para
mejorar procesos, sino de convertirlas en prótesis: “si se le da a un niño
de 5 años un martillo, le parecerá que todo lo que encuentre a su alrededor
necesita un buen martillazo”. No se puede caer en ese error.
Y en esta línea de análisis, muchas estrategias
planteadas por la industria y el gobierno para el lanzamiento de una nueva
tecnología, están orientadas hacia el éxito financiero y comercial de la misma,
en una clara tendencia mercantil impulsada por la sociedad de consumo, en la
que el rico accede y el pobre se excluye. Por fortuna, cada vez más se reduce
los costos y basta con un plan económico para que el joven tenga el poder de
las redes sociales en su móvil.
El estudiante como constructor activo
Con el aumento del acceso a Internet móvil
y redes sociales evidenciado en los últimos cinco años, se construyen espacios
importantes de participación democrática que empiezan, según Dahlgren[7],
a alterar los paradigmas y la infraestructura de la esfera pública de forma
variada y espectacular. Al evidenciar este fenómeno mediático, en nuestros países latinoamericanos, los
estamentos gubernamentales deberán prestarle atención a las tácticas y/o usos
sociales con que están respondiendo la ciudadanía y las organizaciones sociales
(entre ellas las de estudiantes universitarios).
Las TIC han dado lugar a nuevas prácticas
sociales, no sólo en el aula de clase, sino en la sociedad. Prácticas en las
que el individuo ya no es un consumidor tecnológico, sino que pasa a ser un
sujeto constructor activo de significados (Vizer)[8].
Hoy el estudiante escucha, mira, piensa y opina. Podemos entonces hablar de un
activismo educativo descentralizado que se mueve y se organiza rápidamente, en
torno a un suceso o una actividad académica. En ese entorno, el profesor es
llamado a facilitar un nuevo modelo para el cambio social. Y si usted, amable
lector se mueve en el apasionante mundo de la educación ¿Aún se aterroriza
cuando sus estudiantes usan el blackberry en su clase?
REFERENCIAS
* Comunicador Social - Periodista colombiano. Docente y Director del Programa de Publicidad de la Universidad Pontificia Bolivariana Seccional Palmira.
[1] Término apropiado por el autor para
referirse al fenómeno de apropiación que hacen los jóvenes con sus dispositivos
móviles: hacen parte de su vida y se convierten en una extensión de su cuerpo
con el mundo que les rodea.
[2] Vizer, Eduardo Andrés. Sujeto móvil de la
aldea global. Tendencias en la sociedad mediatizada, “Revista Mediaciones
Sociales” No. 8, 1 semestre 2011, UCM, Madrid. Disponible en: http://www.ucm.es/info/mediars/MediacioneS8/Indice/VizerEA2011/vizerea2011.html
[3] Gómez Mont, Carmen (2010) “El sujeto
comunicacional ante las tecnologías digitales. El caso de los pueblos indígenas
de México”, XV Congreso Internacional de Filosofía, UNAM, Ciudad de México.
[4] Ibídem.
[5] Uso este verbo porque considero como
educador, que no se debe “evaluar” al estudiante con una cifra numérica, sino
valorar su nivel alcanzado dentro del proceso de aprendizaje.
[6] -Cristobal Cobo ( 2010 ) ¿Y si las nuevas
tecnologías no fueran la respuesta? en Piscitelli, Alejandro et al. “El
proyecto Facebook y la posuniversdad.Sistemas operativos sociales y entornos
abiertos de aprendizaje”, disponible en: http://www.dreig.eu/caparazon/2010/05/07/pdf-proyecto-faceboo/págs.
131- 147
[7] Dahlgren, Peter “Jóvenes y participación
política. Los medios en Red y la cultura cívica” en Telos 88, Fundación
Telefónicaoctubre-diciembre 2011, Disponible en:
[8] Vizer, Eduardo Andrés. Sujeto móvil de la
aldea global. Tendencias en la sociedad mediatizada, “Revista Mediaciones
Sociales” No. 8, 1 semestre 2011, UCM, Madrid. Disponible en: http://www.ucm.es/info/mediars/MediacioneS8/Indice/VizerEA2011/vizerea2011.html
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